Judith Leclerc

Una historia entre mil

En “el pueblo más bello que alguien puede nacer”, como describe Judith a su pueblo natal, Sabaneta, Santiago Rodríguez, comienza la historia de esta visionaria mujer nacida en una familia humilde y trabajadora. Apodada ‘Didi Maravilla’ por su sobrina, quería resolverlo todo. Siempre ha tenido el sentido de lo correcto arraigado por los valores que su familia le enseñó. Hasta le llamaba la atención al Amet que estaba en una sombrita descansando en vez de trabajar. Por eso no tardó en reconocer que en un país como este, es mejor bajar un poco la guardia para “no caerse muerta”.

Desde su infancia creció en armonía con todo. No solo jugaba a las muñecas, también jugaba pelota, softball, practicaba atletismo y tenis de mesa. “El deporte formó parte de mi niñez y juventud”, agregó. “La gente se sorprende conmigo, porque dicen que en el programa me veo muy seria y cuando les toca tratarme de cerca veo que les choca un poco ver que soy tan alegre, parlanchina y feliz. Aunque estas cualidades conviven con mi firme carácter.”

“Una madrugada, hace ya siete años, me desperté con una sensación extraña. Me preguntaba qué estaba yo aportando a la sociedad con el periodismo que estaba realizando. En ese mismo instante llegó a mi mente la posibilidad de crear un programa de historias inspiradoras y positivas con finales felices. Deseaba inmensamente contar historias de desconocidos que a pesar del anonimato, de seguro captarían la atención de la gente. Fue así como surgió “Mil historias”, el primer programa de noticias positivas e inspiradoras de la televisión dominicana que ya lleva al aire cuatro años”, cuenta.

Sin embargo, hay que decir, que aquello representó nadar contra la corriente en un país donde lo que se vende es el morbo y el escándalo. “A pesar de ello, estaba convencida de que ya era el tiempo de sacar adelante el proyecto”, dice. Casi todos en televisión le habían cerrado las puertas, pensaban que estaba mal de la cabeza al querer hacer un programa de ese tipo. Pero ahora los patrocinadores se han abierto a este nuevo tipo de periodismo. Desde entonces, han surgido otros en la misma corriente, dando a Judith ese mérito de comenzar un hermoso aporte a la televisión dominicana.

Si nos preguntamos cómo le surgen a Judith sus historias, pues la respuesta es simple: de la gente. “A un periodista tradicional solo le importa contar las historias de gente importante. Yo cuento las historias comunes. Esas que están entre la gente del pueblo y que pocos se fijan. Soy una periodista que viene de una clase humilde: hija de un ex policía y una maestra y directora de Escuela. Creo que las agallas que tengo las saqué de mis padres”, dice Judith.

Mientras el periodismo que antes hacía reportaba más dinero, no le daba satisfacciones personales. “Aquel periodismo me mortificaba porque sufría demasiado. Tenía que correr detrás de todas las locuras que pasaban en el país sin importar la hora ni el lugar y al final ¿qué aportabas a la sociedad? Recuerdo que yo lloraba más que los dolientes”. Entre el sufrimiento de tantas historias desgarradoras, comenzó a sufrir un estrés post traumático que afecta a muchos periodistas. “Creí colapsar y dije necesito dejar un legado a futuras generaciones”, confesó. “Necesitamos gritar lo bueno porque todos a coro gritan lo malo. Todos debemos unirnos para que los que no tienen esperanza sepan que pueden vencer las dificultades y que sí existe un mundo mejor”, propone emocionada. “Este es un país que necesita esperanza, aliento, y Mil historias las brinda cada sábado a las 9 de la noche por Digital 15 y los lunes por Telemicro Internacional.

Ella recuerda uno de los casos que le exigieron mucha humanidad y esfuerzo. Tenía las exclusivas imágenes del apresamiento de la hermana de Rafa Rosario por un problema legal. Tenía la sentencia del juez grabada y toda una familia llorando por el dolor de la situación. Sin embargo Rafa y René Solís, a quien ella aprecia mucho, rogaron que no publicara la noticia. En ese momento la parte periodística y la humana luchaban en su interior, pero al final venció la bondad de su alma y guardó la entrevista. ¡Cuánto corazón hay que tener para perder la oportunidad de ofrecer una exclusiva como esa!

“¿Para qué rayos quieres el poder si es para dañar, humillar, y maltratar a la gente y tu clase? ¡No ombe! A mí déjenme así, que Dios se encarga de mi estela y buen perfume a cada paso, aunque no tenga mucho dinero”

Nuestro equipo Bien-être quedó conmovido al poder compartir con una profesional tan humana como ella. Nos place incluir en esta edición un ejemplo de mujer que con amor, bondad y decisión ha hecho y seguirá haciendo mil historias para alegrar nuestra existencia. Gracias Judith, gracias.